Estaba Lola sentada en una mecedora fuera de su hogar. Era una de esas preciosas y coloridas casitas de Viñales, en el oeste de Cuba, donde parecía no pasar el tiempo. Sus paisanos paseaban frente a ella, atareados, algunos transportaban pescado hasta los restaurantes en sus bicicletas y otros hacían recados a sus familias. Algún extranjero fotografiaba el contraste entre el paisaje y aquellas bellas casitas.
Lola, en sus largas tardes de aburrimiento meciéndose en el porche, solía morderse las uñas. Prueba de ello era que sus dedos siempre parecían “mordidos por alguna alimaña”, como le solía decir su madre. Pero ese día, Lola fue más allá.
Comenzó a morderse también la piel de los dedos, empezando por los padrastros. Ensimismada en sus pensamientos, de repente, escuchó algo.
– ¡Hola, Lola! – le dijo una voz desconocida.
– ¿Quién eres? – respondió ella.
– Soy el trocito de piel que estás despellejando – le contestó.
– ¿Y qué quieres? – preguntó Lola.
Simplemente informarte de que si pelas la piel de esta zona de tu dedo, borrarás aquel recuerdo de tu primer día de instituto – le dijo aquella voz.
– Mmmmm… – dudó Lola- aquel fue un mal recuerdo. Sí, creo que lo mejor será acabar con él – espetó Lola mientras mordía y escupía aquel trozo de piel.
Dicho y hecho. Lola intentó recordar aquello pero le fue imposible. “¡Qué agradable sensación!”, pensó, “¡ya no tengo por qué preocuparme del daño que me hizo aquel horrendo día!”.
Y siguió oteando el horizonte mientras continuaba mordiéndose los dedos, hasta llegar a la palma de su mano.
– ¿Cómo estás, Lola? – escuchó decir a otra voz inesperada.
– ¿Y ahora quién eres tú? – preguntó Lola, extrañada.
– Soy el trocito de piel de la palma de tu mano izquierda. Me pregunto si quieres acabar conmigo. Si lo haces, borrarás de tu memoria todo rastro de tu primer amor.
– ¿En serio puedes hacer eso? – dudó Lola. Si es así, desde luego, quiero acabar con ello – comentó, decidida, mientras mordía y pelaba aquella zona de piel de su mano.
Acto seguido, Lola intentó recordar algo del que fue su primer novio que tanto sufrimiento le causó pero no logró acordarse de nada. “¡Esto es maravilloso!”, se dijo a sí misma. Así que prosiguió en su tarea de arrancarse más zonas de piel del cuerpo.
Peló y peló. Y, al pelar, fue borrando, con ello, todos aquellos malos recuerdos que en su vida había tenido. Antes de que cayera el sol, Lola había pelado todo su cuerpo.
“¡Adiós a aquel viaje tan aburrido con mis papás!”, se dijo, “¡fuera también de mi vida Marlén y sus constantes caprichos!”. “¡Bye, bye, eternas esperas para tomar un almendrón hasta Pinar del Río, sois aburridísimas!”, prosiguió, “¡y borra también a mi jefe de mi vida, no le soporto!”, continuó.
– Lola, la cena ya está lista- le dijo su madre mientras asomaba su cara por el umbral de la puerta.
– ¿Y tú quién eres? – le preguntó Lola.
– Venga, déjate de bromitas y entra a la cocina, he preparado ropa vieja y jugo de guayaba – contestó su madre.
– ¿Qué es ropa vieja y guayaba? – cuestionó Lola.
– Por favor, Lola, no me gustan estas tonterías, ya tienes 24 años. Y date prisa que el tío Rigoberto está a punto de llegar.
– ¿Quién es el tío Rigoberto? – dijo Lola.
Así que su madre le preparó un biberón para cenar.
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Soy fundador y director creativo de la agencia FLUOR Lifestyle. También fundé la Asociación Innovación Audiovisual. Soy autor del cómic ‘100 crisis de un papá primerizo‘, director académico del Curso Superior en Branded Content y Transmedia Storytelling de IAB Spain. Imparto formación en varias instituciones en España y Latinoamérica, como la EICTV. Si te apetece, puedes suscribirte a mi blog aquí, estar atento a mis cursos aquí o plantearnos un proyecto a FLUOR aquí. Gracias por leerme.